Una mañana saliendo de casa eché un vistazo a la alberquilla del patio trasero, y sí, efectivamete las libélulas empezaban a salir del agua, concretamente me fijé en esta de la foto. Lo malo es que al volver el bicho seguía en la misma posición, algo había fallado y quedó atrapada en su propia piel, nunca pudo volar.
Me vino a la cabeza una frase en el libro "El Naturalista a su suerte" de Fernando Parra, citaba a Manuel Vicent y dice así:
"Evidentemente no soy Tarzán, pero me consuela el hecho de que hoy las personas inteligentes cada vez salen menos de casa: La naturaleza es una hija de perra. ¿Cómo puede haber gente que la ame tanto?"
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